miércoles, 22 de diciembre de 2010

Segundo día en Filipinas


Hoy pasamos una noche rara. Entre calores (porque aun no hemos descubierto como aclimatar la habitación para que no sea un horno) y despertándonos cada dos por tres porque había gallos cantando, pájaros graznando...
Nos levantamos pronto porque habíamos quedado con Linda para desayunar, y conocemos a Myrna, la encargada de los programas de voluntarios y del centro donde vivimos, que nos invita esta tarde a una fiesta en casa del obispo para celebrar la navidad y conocer a otros estudiantes que están haciendo voluntariados.
Llega Linda con un nuevo pasajero a bordo: Van. Un chico que está trabajando en las montañas en el proyecto también, y con el que estaremos cuando vayamos nosotras para allí. Desayunamos todos juntos en una especie de McDonalds, tortitas con mantequilla y caramelo y un café (el café filipino bebible, aunque llevamos mal lo de tomar cosas calientes a 30º).
En la universidad tenemos la reunión con el decano, de la que realmente no sacamos nada en claro. Que si le enviamos el informe de final de prácticas que mandemos a la Universidad de Salamanca sería un tesoro para ellos, y que iremos viendo cosas y participando y dando charlas por aquí y por allá. Pero nada en concreto a parte de preocuparnos del proyecto. Creemos que por lo menos han entendido que es importante que nos empapemos bien de todo esto, porque a la vuelta en España haremos actividades de difusión que pueden significar más dinero para ellos.
Pasamos una hora larga en el despacho de Linda hablando sobre los matig salug y su problemática, y qué medidas se han ido poniendo y hacia dónde se quiere orientar la actuación con ellos. Creo que no comprenderemos la situación de este pueblo hasta que no lo veamos con nuestros propios ojos, aunque nos vamos haciendo cada vez una idea más concreta.
Comemos las tres en un restaurante vienés, jugándonos las tripas comiendo: ¡¡ensalada!!, pese a la recomendación de no comer cosas crudas. Yo como no coma verduras voy a explotar con tanto arroz! Arroz para desayunar, para comer, para cenar... Y es muy gracioso lo de la herencia americana, se nota en cosas importantes pero también en chorradas como que alguien esté comiendo carne y bebiendo batido de fresa!
Tras una pequeña sobremesa hablando de todo un poco nos cogemos un taxi y nos trae a casa a descansar y echar una siesta, y nos cuesta un montón despertarnos. Creo que estas oleadas de cansancio deben ser cosa del jet-lag.
Nos vamos con Myrna a la casa del obispo, al lado de la catedral. Nosotras que íbamos pensando en una fiesta formal y solemne con una autoridad, nos quedamos flipando cuando la cosa empieza a desvariar con juegos varios (en los que nos hacen participar), monjas bailando, el obispo cantando, curas haciéndose fotos con nosotras, karaoke... Comemos un montón de comida filipina de nuevo: llenan una mesa de platos gigantes de mil tipos de recetas distintas, ponen en lechón tostadico y se va pasando a coger de todo un poco.
Todo esto en una casa gigante rodeada por la catedral y una plaza llena de gente. Absolutamente toda la ciudad está decorada con adornos navideños hechos a mano, por las familias o por los presos de las cárceles. ¡Es una pasada! Y hay unos árboles gigantescos llenos de iluminación que me encantan.
Después de varias horas en la fiesta, conocemos al padre Harrem, un cura joven de la catedral que nos invita a conocer la ciudad. Le seguimos, nos montamos en un beatle descapotable antiguo (una joya restauradísima) y nos lleva a recorrer Cagayán. No podemos parar de observarlo todo: el tráfico, la gente... Y parece que la gente tampoco puede parar de mirarnos, aunque no tenemos claro si es por el cochazo, por nosotras, o por las dos cosas!
Pasamos también por casa de unos amigos de Harrem a saludar. ¡Conocemos el salón de una casa normal filipina! Un cuartucho con una tele, mil fotos de la familia, una nevera del año que atacaron y una pila como la de mi abuela antes de que cambiara la cocina. Auténtico.
Se nos ocurre nombrar que queremos dos tarjetas SIM para tener número filipino aquí, y Harrem nos compra una para cada una. Y, como no, no nos deja pagársela. Es una pasada la viciada que llevan aquí con los SMS. ¡Se están “texting” todo el día! Y son muy baratos: ¡200 sms unos 30 céntimos!
Cuando terminamos nuestra ruta turística en descapotable nos trae a casa. Estábamos muertas, pero nos dicen que hay otra fiesta en la resi donde nos quedamos, así que nos damos una ducha semi-rápida (porque damos un asco... estamos todo el día sudadas y pegajosas) y bajamos. Y qué sorpresa cuando nos damos cuenta de que la fiesta era para darnos la bienvenida!
24 horas en este país y tres fiestas. Y es impresionante la organización de las mismas, ¡con guión y todo! Hay un presentador que se encarga de conducir la fiesta y hay varias partes: presentación, rezar, gente que sale a decir unas palabras de agradecimiento, juegos, baile y karaoke. Y sin una gota de alcohol de por medio, ¡impensable en España!
Las chicas son encantadoras, y nos hacen un regalo de bienvenida y que es un elemento básico para los voluntarios: una especie de tela cosida en forma de saco pero abierto por los dos lados que nos va a servir para todo cuando estemos sobre el terreno.
Bailamos como locas, nos reímos muchísimo, tenemos conversaciones super interesantes con la gente y además todo el mundo nos invita a ver o a hacer cosas con ellos. Aunque nos han dicho: “Philiphinos are always smiling, even if they have a lot of problems”, creemos que por lo general tienen un buen rollo generalizado y una vida comunitaria mucho más organizada y sana que la nuestra. En las fiestas todo el mundo participa, desde los más pequeños hasta los abueletes. Hacen shows, se disfrazan sin ningún tipo de vergüenza ajena... Por cierto, me ha tocado cantar chiquitita en el karaoke nocturno, ¡vaya show!
No podemos creernos que nos hayan pasado tantísimas cosas en poco tiempo. Me duele la mandíbula de sonreír y, aunque estoy absolutamente demacrada y reventada, no quiero parar de ver cosas y de conocer a gente porque me fascina todo!
Tenemos ya 200 fotos seguro, y un montón de vídeos para poder enseñaros y que os hagáis una idea de toda esta locura. Mañana tenemos un día más relajado por lo que parece, pero a este paso me temo que tendremos otra fiesta!
Ahora a poner el aire acondicionado y a descansar un poco, que son las tres de la mañana.
¡Filipinas nos está envolviendo a un ritmo trepidante! Y eso que aun no conocemos casi nada. Y sólo 32 horas aquí...

Foto con el obispo y Ate Myrna

El lechón. El alma de la fiesta.


Postre de tapioca. Mmm...

Blanca y Father Harrem

Juego de las sillas filipinas

Cantando chiquitita. ¡Qué vergüenza!


3 comentarios:

  1. Hola Raquel,

    Da tanto gusto leerte y poder compartir, aunque desde tan lejos, vuestras experiencias... Gracias por tus escritos y cálidos abrazos
    Laurence

    ResponderEliminar
  2. que padre informacion, pero de que sabor era la tapioca

    ResponderEliminar
  3. ¡Gracias!
    La verdad es que como nunca había comido tapioca antes ni se come en España ¡no tengo con qué comparar el sabor!

    ResponderEliminar