jueves, 30 de diciembre de 2010

resumen rapido nocheviejil!

Ya me he retrasado escribiendo, pero hago un resumen rapido de mis ultimos dias!
- 29: Cagayan. Reunion por la ma;ana para ver como vamos a organizar el trabajo en enero. Comer por ahi, beberme una San Miguel (light, que fuerte...). Descansar por la tarde un poquillo y cena en casa de Van. Noche en una caba;a con sus amigos y hermanos tocando instrumentos: guitarras, percusion, flautas indigenas...
- 30: viaje a Davao. Una ciudad del sur, capital del Dorian (una fruta que apesta pero debe estar muy buena). Nos quedamos en casa del hermano de Linda. 11 personas trabajando en el servicio y 10 familiares en la misma casa. 7 horas de autobus infernal hasta aqui, pero creo que me gusta esta ciudad!
- 31, hoy: me voy a ir ahora bien de ma;ana a un spa a hacerme un body massage, una exfoliacion completa, un masaje de cabeza... mi sue;o! Buena manera de empezar la nochevieja. A ver como termina, que aqui no hay uvas, ni ropa interior roja, ni pollo con patatas, ni vino blanco...!   :(

Feliz a;o a todos por ahi, ojala pudieramos compartir la entrada al 2011! Mi primera nochevieja fuera de Valdealgorfa!
Cuando esteis borrachos yo estare durmiendo!

Seguire informando con mas tiempo, colgando foticos y esas cosas, ok?

Hasta el a;o que viene!

martes, 28 de diciembre de 2010

Séptimo día en Filipinas. 27 de diciembre.


Nos levantamos muy pronto después de una noche durmiendo bajo la tela mosquitera. El bambú parece molón y blandito, pero no deja de ser suelo. Aunque yo he dormido genial. No me he despertado ni con el ruido de los cerdos haciendo oink-oink justo debajo de nosotras, ni con las gallinas, ni nada.
Los dos hombres del equipo han preparado un desayuno de los que echaré de menos cuando llegue a España (tortilla de tomate, ternera guisada, arroz, vegetales extraños, café, más arroz...), y sobre las 7 de la mañana salimos de Simsimmon hacia Kalagangan. Allí nos presentan a la presidenta del Barangai, porque como estamos en su “zona” tenemos que ir a que nos conozca. Nos invita a un refresco (son las 8 de la mañana y el sol ya pica) y Linda habla con ella sobre el proyecto, pero como hablan en visayan no nos enteramos de nada. Sonreímos cuando dicen la palabra Salamanca, Felipe, España y poco más.
Cogemos el coche y vamos a conocer más “sitios” en los que se ha invertido dinero del proyecto de la universidad. Estamos continuamente flipando. Los paisajes son increíbles. Todo, en general.


Llegamos a Bulew, donde se ha construido un criadero de tilapia (un pez) que permite que la comunidad vaya sacando algunos ingresos vendiendo el pescado para poder comprar semillas y otros animales para comer. Los manubo suelen comer una vez al día por la escasez de comida (sobre todo en la época seca), así que se intenta que vayan consiguiendo algo de provisiones. Algo complicado, a parte de por todo el tema material y la pobreza, porque culturalmente no tienen una concepción muy clara del futuro y se dedican a vivir el día a día.



De Bulew vamos a Anibong. Cuando llegamos, uno de los ancianos de la tribu nos toca un instrumento tradicional. Como una guitarra hecha con una caña de bambú pero con sólo dos cuerdas. Una viejilla se pone a bailar y se acerca a mí para invitarme al baile. ¡Qué vergüenza! Yo intentando bailar y todos los críos partiéndose de risa.


Se reúne toda la comunidad, conocemos al datu de Anibong, y el datu Jimboy que había venido con nosotras durante toda la mañana nos presenta. No entendemos el manubo así que otra vez sin enterarnos de nada. Pero Jimboy y Linda hablan a la comunidad acerca del proyecto, les preguntan por sus necesidades y discuten acerca de qué se podría hacer en ese “sitio”.
Volvemos a bailar con los ancianos del pueblo. La gente está flipando con nosotras. Preguntan si somos americanas porque no deben haber visto nunca un europeo. Creen que todos los blancos son estadounidenses, aunque tampoco deben haber visto muchos.
Damos la vuelta y caminamos hacia el coche otra vez. Es complicado ir andando por esas montañas y ríos de Dios con las chanclas de dedo pero lo conseguimos, ¡con arte y todo!
Comemos en Kalagangan y volvemos hacia Simsimmon. Por el camino, en Lugauong, nos quedamos ojipláticas porque ¡estaban cantando en un karaoke! En medio de un pueblo indígena una casa con tele y micrófono. ¡Lo que nos faltaba!


Al llegar a “casa”, nos bañamos en el río cual rica pija en spa, que llevamos todo el día al sol y aquí pega con ganas. Mientras Linda and the boys hacen la cena, nosotras estamos con la gente del pueblo. Con los niños flipando porque les estamos haciendo fotos y se ven en la pantallita de la cámara digital, con las abuelas poniéndose los trajes tradicionales y enseñándonos sus casas...


Vamos a casa del Datu Jimboy porque había alguien tocando la guitarra, y como los niños nos persiguen a todas partes, reunimos a toda la juventud del pueblo en un momento. Jimboy se pone a dirigir al gran coro, y los críos ¡se ponen a cantarnos canciones de bienvenida al pueblo!
Algo como: ¡¡¡¡Maopiam, bla bla bla bla visita, maopiam! Maopian matig salug maopiam!!!!
¡Tremendo! Luego nos cantan el himno manubo y algún otro temazo. Un chaval toca y canta con la guitarra. Nos piden cantar algo de nuestro pueblo, y Blanca coge la guitarra y como una campeona ¡se arranca con una jota!
El datu nos pide decir unas palabras, y nosotras, que estamos emocionadísimas, nos quedamos en blanco sin saber qué decir. Para después decir unas frasecillas en español, traducirlas como se puede al inglés y esperar a que Jimboy se las tradujera a los demás al manubo. Y nos agradece por haber venido, por interesarnos por el proyecto y por su cultura...
A parte de ser divertidísimo oír cantar a todos esos críos con voz de pito, ha sido una de las experiencias más emotivas de mi vida. ¡¡Madre mía, vaya honor y vaya lujazo!!
Salimos todos de casa de Jimboy y seguimos haciendo el tonto con los niños hasta que vamos a cenar a nuestra cabaña con el equipo.



Cuando terminamos, salimos al secadero de casaba (como la plaza del pueblo) para dar, como regalo de navidad, unas bolsas con dos latas de sardinas, una de fideos chinos con ternera y un pescado seco y salado. Todo esto a la luz de una hoguera y de las linternas, porque allí a las 17 30 ya es noche cerrada, y sólo se ve la luz de las velas y de ¡cientos de luciérnagas! ¡Parece de cuento!
Cuando terminamos de dar las bolsas, la mano a todo el pueblo y unos caramelos para los niños (nosotras estamos flipando con este rollo de ser como papá noel), los matig se ponen a tocar un instrumento musical de percusión. Un tablón que tocan con unos palos de madera. Era un ritual para los dioses de la pesca, pero se ha convertido también en un instrumento tradicional.
Bailamos con las abuelillas y después escuchamos cómo cuentan historias al ritmo de la guitarra, cantando y bailando. Es una de sus formas de transmisión de las leyendas tradicionales y de la cultura. Yo, como podéis imaginar, estoy de forma permanente al borde del colapso.
Nos piden repetir la actuación de la jota, y esta vez, acompaño en la voz. Menos mal que nadie allí ha oído una jota en su vida ni saben cómo debe ser, porque creo que no he cantado tan mal en mi vida ni queriendo. En esa situación, pedir que mi cuerpo respondiera a algún estímulo más allá de dejarse llevar era demasiado.
Por si fuera poco les bailamos cuatro pasos de jota y les enseñamos a hacer zapatetas. ¡Les encanta! Y todo el pueblo intentando hacerlo. Impresionante.
Cuando nos vamos a dormir nos quedamos un rato hablando con Linda de la concepción que tienen los matig de la muerte, de sus rituales funerarios, de los espíritus en los que creen... Se pone a llover a cántaros y para en 5 minutos. La segunda vez en el día.
Me meto en el saco y que me quedo frita de forma instantánea.


(Siento la pésima redacción y la espesura, pero hemos vuelto esta tarde de las montañas y se me cierran los ojos mientras escribo. Mañana va la última parte de la primera toma de contacto con los matig salug. Y algunos vídeos y fotos ilustrativas).   ^_^

Sexto día en Filipinas. 26 de diciembre.

Después de haber dormido cuatro horas escasas, nos despertamos para irnos por fin a Simsimmon.
Nos recogen los compomponentes de la expedición: Linda (antropóloga), Jun (conductor), Van (voluntario-antropólogo) y los dos niños manubo que conocimos el día anterior en la comida de navidad.
Salimos de Cagayan a las 06:00 y llegamos a Simsimmon sobre las 17:00. El camino es impresionante. Aunque estoy muerta de sueño no soy capaz de dormir porque no puedo parar de observarlo todo. Saliendo de la ciudad, el mar. Después, una carretera rodeada de naturaleza salvaje y con tiendas, casas, animales, hogueras... en las orillas. Paramos a desayunar en una cadena de fast-food. Es espectacular (y a la vez muy triste) como triunfan ese tipo de negocios aquí.
Aunque el coche va bastante cargado, todavía tenemos que hacer unas compras, así que paramos en Valencia City. En el supermercado, para variar, todo el mundo nos mira. Tenemos que comprar nuestras provisiones para los tres días, así que como nosotras no tenemos ni idea de que se necesita para sobrevivir y además preparar comida filipina, dejamos que sea Linda la que se encargue de todo.
Continuamos con nuestro camino hacia San Fernando, capital del municipio. Aquí la división administrativa es: región (región 10, northern Mindanao)- provincia (Bukidnon) -municipio (San Fernando)- barangai (Kalagangan)- sitio (Simsimmon).
¡La manera que tienen de conducir aquí es impresionante! Lo que consideramos un adelantamiento arriesgado en España es una broma comparado con esto. Cuesta arriba, adelantando a dos camiones, con otro camión que viene de frente y una moto que nos está adelantando a nosotros a la vez. Por ejemplo. Y hay un montón de coches y camiones estropeados a lo largo de todo el camino, con los propios conductores trasteándolos para arreglarlos, cambiando ruedas... Y la gasolina la venden en chiringuitos en botellas de cristal de coca-cola, de litro.
En San Fernando, aunque hay mucho comercio y más movimiento de gente, se notan ya diferencias con Cagayán. Más rural. De hecho en el mercado ni nos dejan bajar del coche a Blanca y a mi. Comemos en un “restaurante”. Tienen muchas bandejas con diferentes tipos de comida preparados: verduras de las que desconocemos el nombre, ternera guisada de cuatro o cinco maneras diferentes, cerdo adobado, pescado, sopas de pollo, rollitos... Cogemos un “platito” (aquí también se dice así) de cada cosa y un “plato” de arroz, para variar. Y para beber coca-cola, como todo el mundo, y porque nos suele parecer más fiable que el agua.
Yo no me termino de acostumbrar a lo de las comidas, y eso que cuando comemos fuera solemos sentarnos todos en la misma mesa. Lo de que cada uno coma donde quiera, que cuando termine se levante, que no haya prácticamente conversación, que no haya servilletas, que no haya cuchillos (se usan tenedor y cuchara)... se me sigue haciendo extraño.
Terminamos de comer y emprendemos el camino de nuevo. El paisaje ha cambiado ya desde Valencia. Ahora vamos entre montañas verdes y campos de arroz, pero cada vez hay menos árboles y más erosión. Ya no hay carreteras y vamos por caminos, y las llanuras van dando paso a un terreno cada vez más escarpado.
Menos mal que Jun está acostumbrado a conducir por estos territorios, porque tenemos que sortear unos agujeros gigantescos, barrizales y desniveles.
Llegamos a un punto en el que ya no podemos continuar con el coche. Por lo menos han construido varios puentes en estos últimos años y no necesitamos un habal-habal (moto con conductor), porque aquí lo de los accidentes es demasiado frecuente y con consecuencias bastante graves.
Descargamos y cogemos sólo nuestras mochilas. Lo demás vendrán a buscarlo los indígenas más tarde.
Nos ponemos a andar, y como soy tan lista que me he olvidado las chanclas en casa, tengo que cruzar el primer río descalza. No es tan grave, aunque Linda y los demás no paran de insistir en que se clavan las piedras. A Blanca se le rompen las chanclas de dedo. Vaya show. Pero es más espectacular que en el primer pueblo al que llegamos haya una pequeña tienda (choza de madera con cosas colgando que se pueden comprar) en la que nos compremos un par de chanclas cada una. Las de Blanca un número grande y las mías un número pequeño.
Empezamos a ver cómo es la vida indígena de los manubo matig salug. La gente que nos vamos cruzando tiene los rasgos diferentes que la que se ve en la ciudad. Son más oscuros, algunos el pelo más ondulado. Llevan ropa muy vieja, sucia y rota. Muchos niños van desnudos. Hay animales sueltos por ahí: gallinas seguidas por cinco o seis pollitos, alguna cabra, cerdos negros, perros sarnosos y escuálidos...
En las laderas de las montañas, empinadísimas, hay personas recogiendo casaba y cargando sacos. Otros la cortan en trozos pequeños y la ponen a secar al sol en el pueblo.
Nos miran al pasar y nosotras sonreímos. Qué sensación más extraña. Desde las montañas nos gritan, creen que somos americanas.
Seguimos cruzando ríos y riachuelos, y andando por senderos hasta que llegamos a Simsimmon.
La primera impresión es muy fuerte. El poblado lo conforman unas 20 chozas de bambú colocadas en círculo. La mayoría están elevadas sobre el suelo y tienen unas escalerillas para subir.
En el espacio de dentro un secadero de casaba, que es una superficie de cemento, como un campo de baloncesto. De hecho en algunos “sitios” (poblados), aprovechan y ponen canastas.
Los niños aquí no están sucios. Están mugrientos. Saludamos a los más mayores de la comunidad, entre ellos al “Datu” Jimboy (el jefe).
Nos vamos a quedar en lo que ahora han establecido como cabaña de invitados. Era un antiguo corral de cabras que Linda se ha encargado de reformar con su dinero. También hacen las reuniones con la comunidad aquí. Es un espacio con una mesa, una encimera y un hogar para hacer fuego. Todo de bambú. Hay una habitación en la que dormimos Linda, Blanca y yo. Van y Jun duermen fuera del cuarto.

Anochece mientras preparan la cena, y ya no salimos prácticamente de la cabaña. Los niños vienen a mirarnos pero casi no se atreven a acercarse. Nosotras no sabemos comunicarnos ni en manubo ni en visayan, así que tampoco podemos hablar con las personas que se nos acercan.
Cenamos, nos preparamos la habitación (mosquitera para prevenir la malaria, esterillas de bambú sobre el bambú, saco) y a dormir, que entre la caminata y el impacto que ha supuesto todo esto para nosotras estamos reventadas.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Quinto día en Filipinas. ¡25 de diciembre, fun, fun, fun!

Hoy nos viene a buscar Jun sobre las 11 30 para ir a casa de Linda a comer por Navidad. Mientras ella y su familia terminaban de preparar la comida internacional (paella, enchilada, ensalada, pescado de Mindanao, pollo asado, flan, turrón español...) Blanca y yo hemos estado viendo la filitele y filipando con los anuncios.
Hemos estado comiendo Linda y sus familiares, Van (el chico que trabaja en nuestro proyecto) y dos pequeños indígenas que están en la ciudad estudiando a cargo de Van. Aquí se pone toda la comida en una superficie, la gente va cogiendo -primero mujeres y luego hombres- y uno se sienta por ahí donde quiere a comer.
En la sobremesa hemos estado hablando con Linda y Van sobre el viaje y sobre los problemas de control de natalidad, iglesia católica, niños (hay familias por aquí que tienen 15 críos, que tienen que marcharse a las ciudades a mendigar y se convierten en niños de la calle)...
Como el chófer estaba celebrando la navidad también e iba a estar borracho, hemos vuelto a casa en taxi y nos hemos echado una horilla de siesta.
Sobre las 7 hemos subido al coche-bus de la familia de Myrna, y hemos ido con ellos al hospital, porque tienen a la abuela ingresada desde esta mañana. Después a casa de unos familiares a cenar. ¡Vaya cena otra vez!Y después karaoke, etc.
Pero he descubierto que los hombres después de cenar se retiran a fumar y beber, así que he estado hablando con ellos y algunas de las mujeres en el jardín en una casetilla tropical. ¡Y me he bebido un dedo de sangría! ¡Vaya tajada!
Después hemos vuelto a casa 16 personas en el coche-bus. Genial, teniendo además en cuenta que el que conducía se había bebido unos cubatillas y que sus dos hijos iban delante con él sin cinturón ni leches. Y adelantando en subidas, etc. Aquí uno aprende a relativizar en cuanto a muchas cosas...
Ahora acabamos de llegar a casa, nos hemos preparado la mochila y a dormir, ¡que nos quedan cuatro horas para irnos con los matig-salug un par de días! Informamos en cuanto podamos si no se nos comen las serpientes, los mosquitos, o algún gato salvaje. 
¡Hasta dentro de un par de días!

viernes, 24 de diciembre de 2010

Cuarto día filipino. Nochebuena.

Hoy nos levantamos pronto porque como ayer hicimos tan tarde para el desayuno queríamos ser unas buenas huéspedes. Y menos mal, porque tras otro desayuno continental, y justo cuando acabábamos de salir de otra ducha de agua fría ha llegado Linda a por nosotras.
Hemos ido a conocer un colegio del que es co-propietaria, donde hemos encontrado a una monja que hablaba español y nos ha llevado a ver nuestro futuro alojamiento. Es una residencia para monjas en la que tienen habitaciones también para gente que viene de retiro, o a dar conferencias, etc. Está justo debajo de una montaña, y muy cerca del colegio, en el que por cierto se supone que vamos a dar alguna clase o a estar colaborando de algún modo.
Después hemos ido a casa de la hermana (o de algún familiar) de la monjilla. ¡Vaya “choza”! De gente con pasta de la buena. Sofás de cuerazo, piano, ventanales...típica casa de paraíso tropical.

Hemos invitado a Linda y al chófer a comer en un centro comercial. Linda nos ha preguntado si nos gustaba la pizza, y nos ha llevado a comer al Pizza Hut. Muy triste pero real.
Cuando hemos acabado, aprovechando la chicharrina de medio día (yo quiero ir cogiendo piel filipina, que aquí somos blancuchas) hemos estado visitando el recinto donde vivimos. Qué pasada. Granjas (cerdos, pollos, mariposas...), campos, zoo... Lo que se ve en las fotos del post anterior. ¡Ahora no queremos irnos de aquí a vivir con las monjas!
Cuando ya estaba al borde del soponcio me he subido un poco al cuarto a tomar el aire acondicionado, y sobre las 6 30 nos ha venido a buscar Linda para ir a un concierto de navidad. ¡Amazing! Era en una iglesia protestante, con luces de neón, altavoces, pantalla gigante con proyector y un coro de filipinos sonrientes cantando canciones de navidad en plan: “coro modernete de high school americano”.
Hemos bromeado con Linda acerca de si la pantalla era para que hubiera karaoke en la iglesia también. Se ha reído un montón, pero lo mejor de todo es que al final ¿qué había en la pantalla?: las letras de las canciones para que cantaran todos juntos en armonía. Karaoke de toda la vida.
Cuando ha terminado tal impresionante ceremonia nos han traído a casa, donde hemos subido a una furgoneta-bus con la familia de Ate Myrna (“hermana mayor Myrna”, la mujer de la casa de aquí. Linda es como nuestra madre y ella es como nuestra madre cachonda), y hemos ido a la catedral (católica) a la misa del gallo.
Como hemos llegado tarde hemos tenido que quedarnos en la calle. No penséis que con tanta misa y tanto cura nos vamos a volver católicas fervientes porque vamos a ir al infierno de cabeza. Hemos pasado a comulgar sólo para poder ver la catedral por dentro con todo el ambientazo (miles de personas facilmente, aunque sabéis que yo soy muy mala para los números). Imaginaros qué sensación da tener a cientos de personas mirándote pasar a comulgar. Y qué sensación comulgar otra vez después de tanto tiempo. La ostieta filipina se pega más al paladar, por cierto.
Cuando ha terminado la misa hemos ido a que nos dieran la bendición el Father Harrem y el Bishop, que estaban oficiando la ceremonia. Había mucha gente que pasaba para cogerles la mano, besársela y llevársela a la frente para ser bendecidos. Hemos llegado nosotras y el Father nos ha besado la mano y se la ha llevado a su propia frente (o sea, para recibir nuestra bendición), justo antes de pedirnos el número de móvil de las tarjetas que nos compró el otro día y mandarnos mensajes. En la catedral. Y ponernos a hacer fotos en plan colegueo. Es raro darte cuenta de que estás agarrando a un cura con sotana y todo de la cintura en plan “foto tuenti”...
Hemos entrado por una puerta secreta a casa del obispo y hemos estado comiendo cosas con los fathers y las sisters. Una tarta como el banafee pero de mango. ¡Mmmm!
Ahora estamos en casa. Deberíamos estar cenando otra vez con los trabajadores de aquí y sus familias. Yo no voy a volver a cenar, pero un trocico del “brazo de mercedes” (brazo de gitano de aquí) ¡no me lo quita nadie! ¡Y un vaso de vino si es que nos han dejado algo!
Que paséis todos una buena noche cenando y comiendo turrón y bebiendo vinico del bueno, champán...
¡Actualizamos pronto! Feliz navidad de Sister Raquel and Sister Blanca.

algunas fotillos de nuestro hogar

Our place









Vistas de la ciudad desde casa











Muy natural

Brazo de mercedes




jueves, 23 de diciembre de 2010

Tercer día filipino

Buenas tardes Spain, good evening Filipinas!
Hoy no tengo relatos tan emocionantes que contar. La verdad es que nos hemos dedicado la mayor parte del día a pastar.
Por la mañana nos hemos levantado casi a las 12, y cuando hemos bajado teníamos preparada una mesita romántica de desayuno para dos: arroz, salchichas rojas, huevo frito, queso, pan bimbo, mermelada, café... Llevaba hecho mil horas porque cuando ayer nos dijeron “levantaros cuando queráis” debían suponer que no sería más tarde de las 8 de la mañana o las 9 como mucho. ¡Jajaj! Pero es que esta mañana era imposible. Vaya sueño...
Como hemos desayunado a la hora de comer ya no hemos tomado el “lunch”, y hemos estado en el cuarto descansando y gestionando el material audiovisual ^_^ .
Por la tarde hemos estado leyendo un poquillo cosas sobre el proyecto (algo de trabajo serio, que se supone que para eso hemos venido), y después nos hemos arriesgado a irnos a cenar a un centro comercial que estaba cerca de casa. Como no sabíamos cómo llegar exactamente hemos preguntado a una de las trabajadoras de la casa que nos ha acompañado amablemente de camino. Qué cara se nos ha debido de quedar cuando hemos descubierto que sólo teníamos que cruzar la calle al salir del bosque tropical extraño donde está nuestro edificio.
La sensación de estar las dos solas por un centro comercial es indescriptible. La música estaba super alta y demasiados asiáticos juntos. Ahora también sabemos lo que sienten las celebrities cuando pasean por la calle. Y sí, es agobiante. ¡Toooodo el mundo nos mira! Por un lado es gracioso porque cuando miran a una les pillamos la otra y apartan la mirada corriendo, pero por otro cohibe bastante. Y más porque nos sentimos tan estúpidas sin controlar las situaciones... los precios, las monedas, cómo pedir la comida...
Hemos estado de compras. Me he comprado una tarjeta telefónica para recargar mi móvil filipino. ¡Los mensajes valen 0'017 céntimos de euro! ¡Y las llamadas algo más pero poquísimo! El chico que nos ha atendi al oirnos hablar, nos ha contado que su padre era medio español y que su abuelo era de Sevilla. Y después de mil preguntas, nos ha dado su teléfono y ha conseguido el mío del papel para la recarga! Deben ser persistentes los mozos por estas tierras. Pero con nosotras si no tienen un John Dere no hay nada que hacer!
Después nos hemos comprado unas camisetas, papel higiénico (importante, con la duchilla que sale del WC no nos acabamos de hacer amigas) y hemos cenado en un restaurante de fast food chino. Como un Mc Pato Laqueado. Hemos tenido un momento bajón-agobio-”dios mio hay demasiados filipinos aquí”, pero luego le hemos dado la vuelta a la tortilla y hemos comprendido por qué en España pensamos que todos los guiris son un poco border-line. No es que sean lentos, ¡es que les cuesta adaptarse a las nuevas costumbres!
Al salir del centro comercial para volver a casa, nos ha dado miedo cruzar por el típico puentecillo que pasa por encima de la carretera para que los peatones crucen tranquilamente. Hemos pensado que íbamos a llamar más la atención siendo las únicas que lo utilizaran, que jugándonos la vida por esos carriles de Dios. Pero lo hemos conseguido, y tras, como último riesgo del día, evitar las mordeduras de los perros de nuestro “campus” (que Blanca no está vacunada de la rabia), ¡hemos llegado sanas y salvas a casa!
Así que ese es nuestro informe diario por el momento.
Sin nada más que contar, nos despedimos deseando una feliz nochebuena por ahí, y asimilando que a ninguno os ha tocado la lotería o estaríais aquí ya de visita.
Un beso gordo para todos, ¡si es que alguien sigue las andanzas de estas aragonesas por el mundo!

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Segundo día en Filipinas


Hoy pasamos una noche rara. Entre calores (porque aun no hemos descubierto como aclimatar la habitación para que no sea un horno) y despertándonos cada dos por tres porque había gallos cantando, pájaros graznando...
Nos levantamos pronto porque habíamos quedado con Linda para desayunar, y conocemos a Myrna, la encargada de los programas de voluntarios y del centro donde vivimos, que nos invita esta tarde a una fiesta en casa del obispo para celebrar la navidad y conocer a otros estudiantes que están haciendo voluntariados.
Llega Linda con un nuevo pasajero a bordo: Van. Un chico que está trabajando en las montañas en el proyecto también, y con el que estaremos cuando vayamos nosotras para allí. Desayunamos todos juntos en una especie de McDonalds, tortitas con mantequilla y caramelo y un café (el café filipino bebible, aunque llevamos mal lo de tomar cosas calientes a 30º).
En la universidad tenemos la reunión con el decano, de la que realmente no sacamos nada en claro. Que si le enviamos el informe de final de prácticas que mandemos a la Universidad de Salamanca sería un tesoro para ellos, y que iremos viendo cosas y participando y dando charlas por aquí y por allá. Pero nada en concreto a parte de preocuparnos del proyecto. Creemos que por lo menos han entendido que es importante que nos empapemos bien de todo esto, porque a la vuelta en España haremos actividades de difusión que pueden significar más dinero para ellos.
Pasamos una hora larga en el despacho de Linda hablando sobre los matig salug y su problemática, y qué medidas se han ido poniendo y hacia dónde se quiere orientar la actuación con ellos. Creo que no comprenderemos la situación de este pueblo hasta que no lo veamos con nuestros propios ojos, aunque nos vamos haciendo cada vez una idea más concreta.
Comemos las tres en un restaurante vienés, jugándonos las tripas comiendo: ¡¡ensalada!!, pese a la recomendación de no comer cosas crudas. Yo como no coma verduras voy a explotar con tanto arroz! Arroz para desayunar, para comer, para cenar... Y es muy gracioso lo de la herencia americana, se nota en cosas importantes pero también en chorradas como que alguien esté comiendo carne y bebiendo batido de fresa!
Tras una pequeña sobremesa hablando de todo un poco nos cogemos un taxi y nos trae a casa a descansar y echar una siesta, y nos cuesta un montón despertarnos. Creo que estas oleadas de cansancio deben ser cosa del jet-lag.
Nos vamos con Myrna a la casa del obispo, al lado de la catedral. Nosotras que íbamos pensando en una fiesta formal y solemne con una autoridad, nos quedamos flipando cuando la cosa empieza a desvariar con juegos varios (en los que nos hacen participar), monjas bailando, el obispo cantando, curas haciéndose fotos con nosotras, karaoke... Comemos un montón de comida filipina de nuevo: llenan una mesa de platos gigantes de mil tipos de recetas distintas, ponen en lechón tostadico y se va pasando a coger de todo un poco.
Todo esto en una casa gigante rodeada por la catedral y una plaza llena de gente. Absolutamente toda la ciudad está decorada con adornos navideños hechos a mano, por las familias o por los presos de las cárceles. ¡Es una pasada! Y hay unos árboles gigantescos llenos de iluminación que me encantan.
Después de varias horas en la fiesta, conocemos al padre Harrem, un cura joven de la catedral que nos invita a conocer la ciudad. Le seguimos, nos montamos en un beatle descapotable antiguo (una joya restauradísima) y nos lleva a recorrer Cagayán. No podemos parar de observarlo todo: el tráfico, la gente... Y parece que la gente tampoco puede parar de mirarnos, aunque no tenemos claro si es por el cochazo, por nosotras, o por las dos cosas!
Pasamos también por casa de unos amigos de Harrem a saludar. ¡Conocemos el salón de una casa normal filipina! Un cuartucho con una tele, mil fotos de la familia, una nevera del año que atacaron y una pila como la de mi abuela antes de que cambiara la cocina. Auténtico.
Se nos ocurre nombrar que queremos dos tarjetas SIM para tener número filipino aquí, y Harrem nos compra una para cada una. Y, como no, no nos deja pagársela. Es una pasada la viciada que llevan aquí con los SMS. ¡Se están “texting” todo el día! Y son muy baratos: ¡200 sms unos 30 céntimos!
Cuando terminamos nuestra ruta turística en descapotable nos trae a casa. Estábamos muertas, pero nos dicen que hay otra fiesta en la resi donde nos quedamos, así que nos damos una ducha semi-rápida (porque damos un asco... estamos todo el día sudadas y pegajosas) y bajamos. Y qué sorpresa cuando nos damos cuenta de que la fiesta era para darnos la bienvenida!
24 horas en este país y tres fiestas. Y es impresionante la organización de las mismas, ¡con guión y todo! Hay un presentador que se encarga de conducir la fiesta y hay varias partes: presentación, rezar, gente que sale a decir unas palabras de agradecimiento, juegos, baile y karaoke. Y sin una gota de alcohol de por medio, ¡impensable en España!
Las chicas son encantadoras, y nos hacen un regalo de bienvenida y que es un elemento básico para los voluntarios: una especie de tela cosida en forma de saco pero abierto por los dos lados que nos va a servir para todo cuando estemos sobre el terreno.
Bailamos como locas, nos reímos muchísimo, tenemos conversaciones super interesantes con la gente y además todo el mundo nos invita a ver o a hacer cosas con ellos. Aunque nos han dicho: “Philiphinos are always smiling, even if they have a lot of problems”, creemos que por lo general tienen un buen rollo generalizado y una vida comunitaria mucho más organizada y sana que la nuestra. En las fiestas todo el mundo participa, desde los más pequeños hasta los abueletes. Hacen shows, se disfrazan sin ningún tipo de vergüenza ajena... Por cierto, me ha tocado cantar chiquitita en el karaoke nocturno, ¡vaya show!
No podemos creernos que nos hayan pasado tantísimas cosas en poco tiempo. Me duele la mandíbula de sonreír y, aunque estoy absolutamente demacrada y reventada, no quiero parar de ver cosas y de conocer a gente porque me fascina todo!
Tenemos ya 200 fotos seguro, y un montón de vídeos para poder enseñaros y que os hagáis una idea de toda esta locura. Mañana tenemos un día más relajado por lo que parece, pero a este paso me temo que tendremos otra fiesta!
Ahora a poner el aire acondicionado y a descansar un poco, que son las tres de la mañana.
¡Filipinas nos está envolviendo a un ritmo trepidante! Y eso que aun no conocemos casi nada. Y sólo 32 horas aquí...

Foto con el obispo y Ate Myrna

El lechón. El alma de la fiesta.


Postre de tapioca. Mmm...

Blanca y Father Harrem

Juego de las sillas filipinas

Cantando chiquitita. ¡Qué vergüenza!


¡Aquí van algunos documentos gráficos de nuestra llegada a Filipinas!:

Justo antes de salir de Ámsterdam, ¡10423 kilómetros de camino todavía!




Haciendo el cambio de un aeropuerto de Manila a otro. Empezamos con la vegetación exótica...

Azafatos divinos de Air Philippines y Blanca:


Nuestra habitación. Con colchones asiáticos, ¡tres dedos de ancho!

martes, 21 de diciembre de 2010

COMIENZA LA AVENTURA... Zaragoza-Madrid-Amsterdam-Manila-Cagayán de Oro

El domingo por la tarde llegamos a Madrid. Tras encontrar el hostal y parking, Pablo y yo nos depedimos de España como se merece: de tapas y cervecicas. Nos vamos pronto a la cama, que hay que levantarse pronto para ir al aeropuerto, pero aun así llego al aeropuerto temblando pensando que la hemos liao con lo de las 2 horas antes y la facturación y que nos quedábamos en tierra Blanca (que había llegado por la noche a Madrid) y yo.
Facturamos sin problemas de peso ni de equipaje de mano (de algo sirvieron todas las horas invertidas en hacer esa maleta), y embarcamos con media hora de retraso. Un cuarto de hora por problemas habituales y otro mientras la policía sacaba a un pasajero que la estaba liando dentro del avión.
Como llegamos a Ámsterdam con retraso nos informan en el avión por megafonía de que "contactemos con el personal de la compañía en el aeropuerto porque vamos a perder nuestros vuelos". Le preguntamos a una azafata y nos lo confirma. Así que rezando porque los problemas meteorológicos hubieran retrasado nuestro avión, vamos por el aeropuerto corriendo como locas intentando llegar a la puerta de embarque antes de que zarpe definitivamente nuestro jet a Manila. Al final resulta que somos retrasadas y que teníamos aún media hora para embarcar.
El avión amazing! Yo que sólo había volado en Ryanair quedo, lógicamente, impresionada. Y más todavía cuando no paran de sacarnos comida en las 12 horas de vuelo. Al final voy a tener pesadillas con los snacks. Tardamos dos horas en salir, por cierto, por lo que también llegamos tarde a Manila.
En Manila el aeropuerto impresiona. Desde que bajas del avión te envuelve una esfera de corrupción, suciedad y desconfianza. Pero toda la gente a la que nos encontramos por el camino muy maja y servicial, y nos indican cómo llegar al siguiente aeropuerto. ¡Y aparecen nuestras maletas sanas, salvas y sin drogas!
El autobús lanzadera entre las dos terminales ha sido una de las primeras cosas pintorescas que nos hemos encontrado. Una especie de furgo cutre, con 10 asientos y el resto de gente de pie y como cabía entre las maletas. ¡Y la gente pidiéndonos hacerse fotos con nosotras por ser occidentales!
Si éste aeropuerto era un show, el de los vuelos domésticos todavía era mejor. La sala más grande, creo que era la capilla. En las dos horas que tenemos de espera para embarcar vamos analizando a toda la gente, y llegamos a la conclusión de que los Filipinos son los chucheros asíaticos. Cual reggaetoniano a tanguero. Con los rasgos asiáticos pero sin el exceso de modales japoneses, ni la formalidad china. Gente abierta, de cachondeo por el aeropuerto y, deducimos que los que cogen vuelos, con pasta. Portátiles, todos móvil en mano, bolsos y ropa de marcas... También hay que decir que guapos guapos... no son. Pero que el que es guapo es un pivón! Muy buen porte!
Nos hacemos amigas de los azafatos de nuestro vuelo a Cagayán y embarcamos. Y dormimos del tirón la primera hora desde que salimos de Madrid hace... ni lo sabemos! Llegamos a la conclusión de que no valemos para Pekín express, porque estamos ya reventadicas y psicológicamente trastornadas!
Y bueno, el aeropuerto de Cagayán... impresionante! Un caseto con una única sala y una única cinta para los equipajes de todos los viajeros de todas las compañías. Cogemos nuestras maletas y a la salida empiezan a gritarnos cientos de taxistas señalándonos y gritando: ¡¡¡hotel, taxi, hotel!!! Pero antes de ser arrolladas por la marea humana aparece Linda como un angelico caído del cielo, y Jun (hasta ahora creo que es su chófer, porque nos ha llevado y traído en todos los trayectos del día). Linda muy maja. Un encanto de mujer que nos acoge y da conversación desde el primer minuto (empezamos con el inglés, después de unas cuantas muy buenas a lo largo de todos los viajes!).
Nos traen a la casa donde vamos a alojarnos hasta el día dos. Una residencia de los de la universidad para retiros espirituales. Nos damos una ducha fría en un minuto y partimos " raudos y veloces" entre el caos filipino de tráfico a una fiesta. Esto es una locura: coches, furgos, jeepneys, motos, rikshaws... Sin orden ni concierto, la gente subida en los capós, sin cinturones, con cuatro niños en el asiento del copiloto...
La fiesta es en un departamento de la universidad. Llegamos cuando ya había empezado y nos presentan delante de 50 personas como "las españolas de la Universidad de Salamanca". Sonriendo y saludando, vaya show. Después de rezar, cogemos de mil platos de comida filipina que habían traído y vamos probando cosas. ¡Me ha encantado el cochinillo! Y para rematar... karaoke! Creo que vamos a acabar siendo las reinas del sing-star cuando volvamos, porque esto debe ser el plan estrella. Gente de todas las edades cantando como locos, y con unas voces entrenadísimas!! Claro, cuando Blanca y yo hemos cantado les hemos dejado ojipláticos!
Y unas horas después nos han traido a casa. Aquí estamos con el aire acondicionado, una humedad del dos mil por cien, pantalones cortos y tirantes, y el pelo como un león! La peluca que tanto le gusta a Óscar ha vuelto! Tendremos internet mientras estemos aquí, pero vamos a estar viajando unos días también así que iré actualizando cuando pueda.
Y dando más impresiones de esta isla, que hoy la hemos visto casi todo el rato de noche, pero vamos: salimos al balcón y es como el paraíso. Montañas verdes, vegetación frondosa, noche y grillos. Y una temperatura tropical que, si no fuera por la humedad, sería el sueño de mi vida!! Realmente hemos sufrido el contraste de lo que es este país al llegar a Cagayán, así que mañana por la mañana, cuando lo veamos de día y sin el shock inicial y la carencia de sueño... fliparemos!
Pongo fotillos en cuanto pueda.
Muchas gracias a todos por vuestros buenos deseos, vuestros regalitos y vuestras despedidas cariñosas! Un beso graaaaande!